Vamos a analizar el enoturismo desde la perspectiva de una bodega que quiera iniciarse en esta actividad cada vez más interesante para el público en general.
En primer lugar, ¿qué podemos entender por enoturismo? Si acudimos a la siempre práctica Wikipedia nos da una primera aproximación: El enoturismo o turismo enológico es aquel tipo de turismo dedicado a potenciar y gestionar la riqueza vitivinícola de una determinada zona. Una mayor aproximación al concepto “enoturismo” probablemente nos puede ofrecer la definición que se estableció en el 2006 en el marco del proyecto europeo VINTUR: “En un sentido amplio, el turismo del vino contempla todas las actividades y recursos turísticos y de ocio y tiempo libre relacionadas, de forma directa o indirecta, con las culturas, materiales o inmateriales, del vino y gastronomía autóctona de un territorio vitivinícola.”
El interés del público en el enoturismo es obvio, no hay más que acudir a las cifras publicadas por ACEVIN, la Asociación Española de Ciudades del Vino. El número total de visitantes registrados por las bodegas que forman parte de las rutas integradas en Rutas del Vino de España ascendió a 1.689.209, una cifra que refleja la tendencia en alza del enoturismo y que supone un aumento del 18,08% respecto al año anterior.
La actividad enoturística no es sólo cosa de bodegas, sino que las rutas del vino comprenden todo tipo de recursos como son restaurantes, hoteles, casas rurales, museos, tiendas de artesanía, y un largo etcétera. Sin embargo, la visita a una bodega es algo que no puede faltar.
En cuanto a relevancia económica siempre se suele citar el impacto en ventas directas de vino que tiene el enoturismo para una bodega en mercados como el californiano, la meca del enoturismo, donde se recibe a cerca de 10 millones de visitantes al año, y donde las bodegas realizan entre el 60 y el 80 por ciento de su cifra de negocio mediante la venta directa en la tienda de la bodega.
Así pues, bodeguero que aún no te has iniciado en el mundo del enoturismo, ¿qué es lo que tienes que hacer?
En primer lugar, me gustaría decir que hay que cambiar un poquito el chip. El enoturismo es una actividad muy diferente a la tradicional elaboración y venta de vino. Hay que hacerse a la idea que se pasa de un concepto de elaborador de producto a un concepto de proveedor de servicio. En el enoturismo el vino tiene cierto protagonismo, sin duda, pero el protagonismo hay que cederlo a la experiencia de nuestro visitante.
A grandes rasgos, podemos diferenciar 4 tipos de bodegas desde el punto de vista turístico: las funcionales, donde el proceso técnico enológico acapara la atención, dejando poco sitio al romanticismo del vino; las monumentales, donde la arquitectura es la protagonista; las históricas donde es la historia y la tradición la estrella; y las bodegas que transmiten pasión por el vino, la excelencia y un estilo de vida.
De esos 4 tipos, en mi opinión, el primer tipo es de un enoturismo de nicho, el del profesional o cuasiprofesional del vino, que en base a mi experiencia no suele ser demasiado comprador de vino y, en todo caso, no suele ser demasiado fiel a una marca concreta. En los otros 3 tipos de bodega se llega a un visitante de perfil más generalista, más proclive a volver a casa con el maletero lleno de vino, y, concretamente, si además de la venta directa se busca fidelización a la marca, sin duda, el cuarto tipo de paradigma de bodega ha de ser el elegido, e incluso combinado con los otros estilos.
El enoturismo requiere cierta inversión. Hay que adaptar la bodega a los visitantes, que estén lo más cerca del proceso, que lo sientan, que puedan tocar y oler. Es triste visitar una bodega en vendimia y ver los depósitos y tolvas a más de 70 metros de distancia. Hay que tratar de conseguir que el itinerario en la bodega y/o viñedos tenga cierta coherencia, ya que la mayoría de nuestros visitantes son de origen urbano y no saben nada de la elaboración, ¿por qué no tratar de seguir por orden los distintos procesos de elaboración y crianza del vino?
¿Cómo captar visitantes? Cada vez es más importante la presencia digital de la bodega, ya sea en redes sociales o por un buen posicionamiento en buscadores. El enoturista suele organizarse el viaje por su cuenta, y es internet su principal fuente de información. Siempre está bien cerrar acuerdos con hoteles y restaurantes de la zona, pero recuerda, el enoturista es un turista muy poco organizado, un turista de escapadas, que no suele contratar paquetes con agencias.
Igualmente, es cada vez mayor el número de visitantes que harán su reserva para visitar tu bodega a través de correo electrónico o redes sociales. Así que hay que tratar de ser ágil en dichos medios. El que antes responde es el que se queda la visita.
Me llama la atención que muchas bodegas solo abren a visitas entre semana. Mala idea, entre semana predomina el enoturista extranjero, el que tras su ruta enológica subirá a un avión al que apenas podrá subir vino. Las ventas directas en tienda, salvo marcas de vino muy reconocidas, se concentran en fin de semana, cuando llegan los enoturistas que se desplazan con su propio vehículo, con mayor facilidad para comprar el vino por cajas. No obstante, existen alternativas para hacer llegar el vino al domicilio de nuestros visitantes extranjero, especialmente adecuadas para vinos de precios altos. Si quieres tomarte el enoturismo en serio, es imprescindible organizar visitas los fines de semana.
Obviamente, es necesario contar con personal que maneje idiomas, al menos el inglés, imprescindible, y que sea personal formado en materia turística además de tener serios conocimientos enológicos. Yo aconsejo que el personal de enoturismo participe de vez en cuando en todas las labores de la bodega para así poder ser capaz de transmitir su conocimiento a los visitantes.
En este punto, y para mi es importante, creo que hay que darse cuenta de que el enoturismo es un producto con entidad propia, que ha de ser dirigido por profesionales del turismo, o al menos con formación turística. Me parece un gran error en el que caen la mayor parte de bodegas de cierto tamaño de englobar el enoturismo dentro de la categoría de marketing y relaciones públicas.
Y como producto con entidad propia ha de ser rentable. En mi opinión, hay que cobrar en la bodega por las visitas. Es una actividad de ocio para el visitante, e igual que paga en el museo, en el teatro o en el cine, ¿por qué no ha de cobrarse por la visita? Da una visita de calidad, crea experiencias que merezcan la pena al turista, y obviamente, cobra por ello, sin complejos. Hay bodegas que descuentan el ticket de la visita de la venta de vino en tienda. Es una opción, que yo no recomiendo.
El enoturismo en España aún tiene mucho recorrido por delante para llegar a las cifras de Napa Valley en California, pero materia prima tenemos para ello, de hecho, recientemente se publicó que el 74% de los turistas británicos vienen a España atraidos por nuestra gastronomía y nuestro vino. Hay que saber explotarlo.
Son sólo unas reflexiones sobre el enoturismo en bodegas, en base a mi experiencia. Quedo abierto a cualquier cuestión que pueda surgir.
Suscríbete a En Tu Copa
Únete a nuestra comunidad y no te pierdas ninguna de nuestras novedades. En ningún caso cederemos tus datos a terceros.