Comienzo el periplo por distintas regiones vinícolas por Toro, comarca por la que siento un especial cariño al haber desarrollado en la misma una de las etapas más fructíferas de mi carrera profesional.
La Denominación de Origen de Toro se extiende a lo largo de 15 municipios de la provincia de Zamora y de Valladolid, atravesada por el río Duero, con aproximadamente 6.000 hectáreas de viñedo, cuidadas con cariño por unos 1.200 viticultores.
Fue distinguida con la categoría de Denominación de Origen en 1987, se cuenta en la zona que gracias a la implicación del entonces ministro de Agricultura Carlos Romero Herrera, natural de Fuentesaúco (Zamora). Sin embargo, en la Segunda República ya había sido reconocida como tal, e incluso se había proyectado en Toro la ubicación de una estación enológica, actualmente situada en el próximo municipio vallisoletano de Rueda. De hecho, curiosamente, en el 2007, el Ministerio de Agricultura condecoró a la Denominación de Origen Toro por su 75 Aniversario.
Las variedades permitidas son 2 tintas (Tinta de Toro y Garnacha) y 2 blancas (Verdejo y Malvasía). No obstante, si la región es universalmente conocida es por la Tinta de Toro, un clon de la variedad española por antonomasia, la tempranillo, que en esta zona ha evolucionado a lo largo de los siglos con ciertos matices diferenciales.
La naturaleza arenosa de los suelos hizo que la zona no sufriera masivamente el ataque de la filoxera, por lo que abundan los viñedos centenarios y plantados en pie franco, una de las claves sin duda, de la extraordinaria calidad que se puede obtener en Toro.
Toro en los últimos tiempos se ha convertido en una de las estrellas emergentes del panorama vinícola mundial, en la que se han asentado los principales grupos españoles y franceses, habiendo sida bendecida por Robert Parker en 2005, cuando escribió que en un plazo de 10 años sería la región española de referencia, por delante de Rioja o Ribera de Duero.
No obstante lo anterior, la realidad, por diversas causas es que la zona no acaba de despegar comercialmente, pues a pesar de sus estratosféricos crecimientos en los años 2004-2007, las cifras de ventas y cuotas de mercado últimamente van a la baja. Entre las razones para esto último, me atrevo a sugerir la quiebra de Bajoz, que representaba ella sola en torno al 20% de las ventas totales de la Denominación; la leyenda negra que persiste en la mente de los consumidores españoles; los elevados precios que presentan los vinos de muchas nuevas bodegas sin tradición en el mercado; o los esfuerzos en materia de comunicación insuficientes, por parte de Consejo Regulador y bodegas, no comparables a los que pueden hace en otras zonas mucho más potentes económicamente, como Rueda, Rioja o Ribera de Duero.
En la actualidad, y tras la renovación del Consejo Regulador son bastantes los retos que Toro tiene por delante:
- En primer lugar, la redacción de un nuevo Reglamento, con el eterno debate de la introducción de las denominadas variedades ¿mejorantes? foráneas, el marco de plantación o el riego. Sobre esto podemos debatir en otro post.
- El dotar al Consejo de una sede digna y funcional. Para ello será necesario el apoyo financiero de la Junta de Castilla y León, que hasta ahora ha negado, dando prioridad a otras Denominaciones, como Bierzo, Ribera de Duero o Tierra de León.
- Unido a lo anterior, el lanzamiento de una Ruta de los Vinos de Toro, apoyada en una Sede – Museo, y para la que es vital el apoyo de Ayuntamientos y Diputación Zamorana, pues no olvidemos que el desarrollo de una ruta del vino ha de hacerse de manera transversal, con participación de instituciones políticas, empresas vitivinícolas, hostelería, restauración, etc. etc.
Dejo para otra entrada un repaso de los vinos y bodegas de la Denominación de Origen Toro.
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